jueves, 18 de agosto de 2011

descripción poética

Cada vez que expreso mi última palabra golpeo sobre la mesa con un martillo imaginario.
Mi corazón tiene miedo de ser tirado a los lobos, cada vez que aparece un candidato nuevo.
La luna le da la mano a mi ánimo y  juntos hacen su recorrido cíclico.
No es que sea pesimista, pero cada vez que tomo una decisión escucho el ruido de mil puertas que se cierran.
La arena de mi desierto me va puliendo, dándome forma y modelando mi mente.
Mi corazón se queja de todo lo que le doy, él no quiere que le ofrezcan esta vida convencional.
Los días en que llevo mis penas dentro de una olla a presión, los transeúntes de la avenida Alem corren peligro.
Con el fin de contribuir a la conservación del medio ambiente, le puse una bombilla de bajo consumo al farol que me alerta cuando estoy alejándome de mis objetivos.
El rostro de mi abuela da fe de que la taza contiene el elixir de la juventud.
Mi cama me pide a gritos que baile más y que coma menos.
Mi corazón reclama un poco de estabilidad.
Desde que el sol fue puesto sobre aviso de su inmortalidad, brilla con la intensidad de quien espera su final con total entrega.
La ventana tiene miedo de que la acusen de poco flexible, pero la pobre tiene siempre el mismo punto de vista.
La casa se jacta de su belleza, dice que por las noches hay hombres encapuchados que la miran relamiéndose desde la vereda de enfrente.
La luna hace su buena acción del día estando gordita, bien redonda, iluminando con fuerza el camino de quienes se pierden por las noches.
 Aquellas noches en las que esta debilucha y finita, la luna se siente en falta con quienes necesitan su asistencia.
La rueda le pide al piso que no genere fricción alguna porque ella quiere rodar hasta el fin del mundo.
La vela aterrada le reza a la nube para que se pinche, no quiere seguir consumiéndose.
El tornillo, eterno huérfano, que como un comodín podría encastrar en las sienes de cualquiera.
El agua del arroyo se lleva las piedras como tus palabras se las lleva el viento.
El agua desconfía de los pescadores del muelle, los considera saqueadores de maravillas.
Las raíces del árbol tiemblan cada vez que oyen el sonido de la moto sierra.
Cada año se expande más mi radio de acción, como los anillos de los arboles.
La casa de cada uno refleja al animal que llevamos dentro, la mía es la madriguera de un oso que hiberna.
Que útil seria contar con un cuchillo que sirva para cortar los lazos que nos unen a nuestros verdugos.

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