miércoles, 24 de agosto de 2011

Escenarios de Buenos Aires

En las inmediaciones de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires se encuentra el primer tele transportador de la Republica.  No es una maquina creada por el hombre sino un local.
Sobre la vereda finita de una calle casi tan angosta como un pasaje hay una puerta de hierro pintada de blanco. Esa puerta invita a viajar a París por un rato.
No importa de qué estación del año se trate. La gracia es advertirla un día gris y pesado, de esos en que llovizna delicadamente y el empedrado está patinoso.
El horario ideal para descubrirla sea quizás las tres de la tarde cuando todo es difuso. En ese momento vale tanto un almuerzo moderno como estar tomando el té.
También puede ser a las doce del mediodía, cuando no queda claro si se está desayunando o almorzando.
Porque la gracia de Florencio radica justamente en pasar a un espacio atemporal totalmente sacado de contexto.
Lo primero que impacta al entrar en aquel mundo es la combinación de la música suave que marca el pulso del lugar con el aroma del pan casero.  Sin  desconcentrarse por este efecto hipnótico  se debe estar atento y bajar cuidadosamente los dos escalones que lo llevan a uno a estar en otro nivel.  Ese es el primer paso hacia una nueva realidad.
El local tiene una capacidad máxima para doce personas. Hay solamente cuatro mesas redondas de mármol. Ninguna está pensada para más de tres comensales. Las sillas son de hierro, y muy pesadas. No hay lugar para colgar los abrigos ni las carteras.  El local es tan ínfimo que se colocó un espejo en una de las paredes para dar una sensación de mayor amplitud. En las demás se pueden ver pizarras inmensas que describen  sándwiches, tartas y pastas por un lado y tortas, masas y postres por el otro.  El protagonismo del local  lo ocupa la barra antigua de madera oscura  sobre la que descansan tortas, naranjitas glaseadas y medialunas.
Cuando se acumula mucha gente se puede tomar asiento en la mesa que esta sobre la vereda. La variedad de revistas y diarios contribuye a que la espera se vuelva más amena.
Los diferentes idiomas que se pueden oír en Florencio aportan a su carácter cosmopolita. Hay tardes en las que se puede escuchar fragmentos de conversaciones en ingles, idiomas nórdicos y dialectos indescifrables.  
Son treinta metros cuadrados que tienen el mismo efecto que el triangulo de las Bermudas, absorben y transforman.

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