sábado, 24 de septiembre de 2011

si guachos, lloré

 Tengo un cuaderno gordo que intercala folios con hojas.
 Al abrirlo puedo encontrar un pedacito del pasaje a Frankfurt que me gané a los dieciocho años,
el itinerario del tren que me llevó a Roma atravesando los cantones del mundo mágico de playmobil que es Suiza,
el número de teléfono de un  telemarketer  italiano que me acompaño en el bautismo del primero de muchos viajes,
pasajes de subte impresos  en distintos idiomas,
folletos que promocionan restaurantes baratos en las ramblas,
una foto de la frutilla que me hice subiendo el Montjuic en bicicleta,
la servilleta con el escudo del bar de mi primer bocata,
un papel  de promoción de helado de dulce de leche en una heladería catalana,
el recibo de seis noches en un hostel  fantasmagórico que queda pegadito al cementerio de Perre Lachaise, y la voz femenina del metro que anuncia el arribo a su parada,
el envoltorio de un Magnum caramel,
el salón de los espejos de Versalles,
El olor a pasto recién cortado,
el acento del breakdancer granadino que llevaba el flamenco en la sangre y lo derramaba por el empedrado parisino,
la tarde en la que dormí en los jardines de Luxemburgo,
el abrazo de las dos mejores compañeras de viaje que pudiera haber conseguido,
la imagen de los cien coreanos y los flashes de sus cámaras, de fondo, la Torre Eiffel
el arribo a Berlín, sus osos decorados y el reencuentro con mi mejor amiga de la infancia,
las tardes de verano en kayak por el Falkensee, la zambullida en un jacuzzi tibio y la cerveza espesa,
el frío helado del silencio  que sentí en el campo de concentración de Sachsenhausen,
el olor a turco,
los ojos de mi amiga salvadoreña,
la noche en que me moví como un delfín en el boliche de cinco pisos al lado del puente Carlos,
la misma noche en que me encontré con mi alma gemela,
muchos abrazos de despedida, miradas que se congelaron en el tiempo y que prometí guardar y llevar conmigo a todos lados por el resto de mi vida,
el calor de las fabricas de vidrio de Burano,
los infinitos museos de Florencia,
el recibo de compra por una camisa de 1 euro en H&M que sigo usando los martes, día del rayo rosa,
una tapita de mi yogur preferido,
una multa,
la pasión que me despertaron los dos viajes que conforman este cuaderno,
haberme encontrado a mi misma muy lejos de casa,
y haber podido llevar a esa Olivia hasta Buenos Aires y mantenerla conmigo hasta el día de hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario